Blue Monday

Fabio Martín Olivé
3 min readOct 1, 2023

Hace varios años, un viejo amigo llamado Juani me dijo: “El Barcelona de Guardiola era como el inicio de ‘Blue Monday’”. En esa sencilla frase encontré la definición más perfecta y descriptiva de cómo jugaba ese equipo, incluso superior a cualquier análisis táctico que pudiera encontrar en Twitter. La memoria emocional parece funcionar mejor con la música, y en mi mente surgieron imágenes de Messi, Dani Alves, Xavi e Iniesta pasándose la pelota al ritmo de la secuencia de sintetizadores de New Order. “Pa Pa Pa Pa” suena ante cada pase que se va acelerando — “Papapapa” — en los metros finales. ¡Gol del Barcelona!

En 1983, Kraftwerk transformó el lenguaje del Tour de France (subidas, sprints, llano, pulsaciones, respiraciones) en un lenguaje musical, logrando una traducción perfecta que lo convirtió en una obra maestra. De manera similar, el fútbol también posee sus propios sonidos y ritmo que nos hacen vibrar. El sonido de la pelota al ser impactada con precisión, o el choque que resuena al encontrar la humanidad de un defensor que se interpone o el choque de piernas en una disputa.

El fútbol va forjando su propia sinfonía. Cada entrenador compone su partitura única para que los futbolistas la interpreten; algunos con una maestría exquisita, mientras que otros se adentran de manera más tosca, como quienes empiezan a tocar la flauta en sus primeras lecciones para lograr un “2x10”. También están aquellos que anhelan que sus sonidos se destaquen con singularidad. Sin embargo, es la armonía gestada lo que pinta un paisaje de colores que deleita nuestros sentidos y acelera nuestras pulsaciones.

Nuestro grito de “¡Gol!” hace estremecer al mismísimo Apolo, como ese estribillo en el que la banda hace silencio para que lo cante el público. Todo lo creado parece converger hacia ese momento culminante de éxtasis. En cambio, el “Uuuh” es tan frustrante como Nirvana tocando los primeros acordes de “Smells Like Teen Spirit” para luego cambiar a otra canción.

Un entrenador argentino solía inculcar que su equipo “no debe jugar al ritmo de los bombos”. ¡Y con razón! Los protagonistas deben ser los que creen el ambiente, como una banda de punk cuyos acordes vertiginosos transforman el simple movimiento en el lugar en un salto, luego en un arrebato colectivo, culminando en un pogo de cuerpos sudorosos, revitalizados por el éxtasis sonoro. La individualidad se disuelve en la masa, creando una comunión entre la multitud y los artistas, como un rito mágico tejido en la melodía.

Cada equipo tendrá su propio sonido: algunos evocarán la samba, otros la bachata, el rock progresivo, el grunge o incluso óperas que narran las travesías de un guerrero solitario. Cada partido es una canción y cada temporada es un disco que podemos guardar en nuestra memoria. Por eso, para aquellos que llegaron al final de esta reflexión, les dejo una pregunta: ¿qué equipos componen la playlist de su vida?

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Written by Fabio Martín Olivé

Periodista. CoAutor de "Nunca Caminarás Solo: La revolución de Klopp en Liverpool"

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