Bueno de verdad
“Ese chileno que trajeron es bueno de verdad”, me comenta un hincha de Huracán, y no necesito ser el más avispado de los periodistas ni muy sagaz en mis deducciones para darme cuenta de que está hablando de Carlos Palacios.
Jugadores como Palacios no necesitan preámbulo para distinguir que juegan bien. No se necesita saber su nombre, nacionalidad, club de procedencia. No se necesita saber su cantidad de goles y asistencias, ni goles esperados, ni porcentajes de pases, mapas de calor ni todos esos números con los que los periodistas solemos alambicar nuestros análisis.
El espectador no es tonto. Reconoce al que juega bien en apenas toca la pelota. Incluso cuando no la toca, como hizo Palacios en la acción previa a su primer gol con la camiseta de Boca. Menotti decía que “la belleza aparece de las cosas bien hechas” y es esa belleza la que logra conmover incluso al más ignaro en la materia.
¿Es enganche? ¿Es extremo? Es lo que Palacios quiera ser ese día. Ya sea filtrando un pase para dejar solo a un compañero contra el arquero (aunque este después falle) o gambeteando, su presencia es una constante asechanza para los rivales. El periodista Lucas Sotelo explica que “su estilo de juego se parece -con los evidentes matices- al de su ídolo Juan Román Riquelme, especialmente en la capacidad para esconder la pelota con su físico y marcar los ritmos del partido”.
Boca tiene que arrancarse los jirones negativos y derrotistas que tiene impregnados desde hace un año. Cambiar el clima. Para eso necesita juntar a los que son “buenos de verdad”. Esos que no engañan a nadie más que a sus marcadores. El fútbol suele ser tan sencillo que si se juntan los buenos, pasan cosas buenas. Y eso lo entiendes vos, yo, tu madre, tu tío, tu compañero de oficina y lo entiende Fernando Gago.
