Cantona en el Infierno

Fabio Martín Olivé
3 min readMar 15, 2024

Si alguien puede adentrarse en las profundidades del infierno y aplacar las llamas, ese es Eric Cantona. Puede presentarse en el terruño de Satán como Clint Eastwood cuando entraba en una taberna del lejano oeste y, con tan solo una mirada, dejar claro que el tridente cambiará de dueño y que ahora, quien manda, es él.

Manchester United arribó a Turquía en la búsqueda de conseguir clasificar a la siguiente ronda de la UEFA Champions League luego del empate 3–3 en Old Trafford. Alejarse del Teatro de los Sueños se transformaría en una pesadilla para el conjunto inglés. Al llegar al aeropuerto no se encontraron con fans pidiéndole autógrafos ni un amable guía los aguardaba sosteniendo un cartel con el nombre del equipo. Apenas tocaron tierra divisaron un cartel que sería un prefacio de todo lo que vivirían: “Bienvenidos al infierno”.

Cientos de enajenados turcos los aguardaban para lanzarle todo tipo de improperios, juramentos y amenazas de muerte. En el hotel, cada botones que se cruzaban los jugadores ingleses, les él hacía gesto de cortarle la garganta. Si eran de verdad empleados del hotel o eran asesinos infiltrados esperaban no estar el tiempo suficiente para averiguarlo.

El clima bélico se trasladó por completo al estadio Ali Sami Yen. Miles de hinchas gritaban y encendían bengalas que emanaban un espeso humo rojo, creando el ambiente ideal para la irrupción de Freddy Krueger en medio de la cancha. Galatasaray se encontraba ante una posibilidad histórica de eliminar a un antiguo campeón de la competición y clasificar a la liguilla de cuartos de final. Recurrieron a todas las artimañas posibles, especialmente a la pérdida de tiempo, dado que el empate les favorecía. Por esta razón, cuando el árbitro Karl Rothlisberger añadió solo un minuto después de los 90 reglamentarios, Cantona estalló en furia y se abalanzó sobre él para hacerle saber de manera poco amistosa su desacuerdo. El árbitro, quien no dudaba en tomar decisiones firmes con los visitantes, le mostró la tarjeta roja.

Escoltaron a Cantona fuera del campo y se dirigió al vestuario junto a algunos de sus compañeros, entre los que se encontraba Bryan Robson. Al entrar al túnel observaron una escena dantesca. Decenas de policías con porras, casco y escudos antidisturbios los aguardaban. La luz se cortó de golpe. Cantona irguió su cabeza, sonrió y avanzó hacia ellos cómo Dae Su Oh en la escena del pasillo de Oldboy. Cuando entraron al vestuario y encendieron la luz, Robson se dio cuenta que tenía el codo ensangrentado porque un policía lo había golpeado con el escudo, mientras que Cantona estaba con los ojos embebidos en sangre dispuesto a continuar la batalla. Entre Roy Keane, Alex Ferguson, sus asistentes y varios compañeros lo pudieron contener y que la furia del francés no caiga sobre el árbitro, la policía, los jugadores de Galatasaray y toda Turquía.

Para Cantona, el policía que lo golpeó “era el tipo de persona que te manda a la cárcel por estar sin trabajo o por robar una chocolatina en un supermercado cuando tienes hambre”. Por sobre todas las cosas que había vivido (la eliminación, el juego del rival, la expulsión) su indignación era con aquel oficial que lo había golpeado cobardemente por la espalda. Se marchó de Turquía con una advertencia para él “Tal nos volvamos a encontrar”.

No se sabe el nombre del oficial de policía, pero puede reconocérsele caminando por el Gran Bazar de Estambul siempre nervioso y mirando sobre sus hombros con temor de que Cantona aparezca a cumplir con su palabra.

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Written by Fabio Martín Olivé

Periodista. CoAutor de "Nunca Caminarás Solo: La revolución de Klopp en Liverpool"

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