Derribar Muros

Fabio Martín Olivé
4 min readFeb 21, 2024

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En la época que dirigía al Mainz 05, Jürgen Klopp declaró: “No le aconsejaría a ningún futbolista que confesara su homosexualidad porque conozco cómo es el ambiente del fútbol con ese tema. Yo no tengo ningún problema, pero no voy a dirigirlo toda su carrera, y no sé si su próximo entrenador, ya sea aquí o en otro club, tendría problemas con eso y termine perjudicándolo”. Hasta el día de hoy, en el ambiente del fútbol, tanto en el vestuario como en las tribunas, está mejor aceptado ser un abusador que ser homosexual.

Cuando el personaje de Colin (Billy Harris) en la serie Ted Lasso confiesa su homosexualidad al resto del equipo, el siempre optimista entrenador, interpretado por Jason Sudeikis, ensaya un discurso de aceptación en el que compara ser gay con ser hincha de los Denver Broncos. A pesar de su bonomía y buena intención refleja incomodidad y desconocimiento para tratar el tema. Pero la vida real es mucho más dura que la ficción. “Ojalá no haya ningún homosexual en mi equipo”, dijo Antonio Cassano en 2012 refiriéndose a sus compañeros de la selección italiana. Sus declaraciones solo le valieron una mísera multa de 15,000 euros.

Los jugadores encuentran cada vez menos lugares para la experimentación, la rebeldía y la libertad. El año pasado Borja Iglesias recibió ataques en redes sociales al viralizarse una foto suya en un casamiento al que fue con aros, una cartera y las uñas pintadas. Su ex compañero en Betis, Héctor Bellerín, cargó contra la hipocresía que se vive en el ambiente: “A los futbolistas sólo les dicen que se centren en el fútbol cuando hacen algo que no es demasiado masculino. Cuando juegan PlayStation y conducen coches rápidos, cuando nos emborrachamos, no hay nada que decir al respecto. Pero cuando Borja Iglesias se pinta las uñas, o cuando voy a un desfile de moda, entonces es cuando nos cuestionan.

Matías Vargas, ex jugador de Vélez, explicó que el jugador gay sufre en silencio los chistes que se hacen en el vestuario: “Muchas veces los hago y después me doy cuenta de que no está bien, porque estoy ofendiendo a una persona que tiene una orientación sexual diferente”. Así, ese lugar que debería ser un templo sagrado donde el futbolista encuentre protección se convierte en un ambiente hostil y opresor. Los chistes y las humoradas inocentes van minando la confianza de aquellos que desean salir del armario y vivir su sexualidad con orgullo.

El fútbol femenino ha demostrado ser mucho más inclusivo. En el pasado Mundial de Australia-Nueva Zelanda, 85 jugadoras declararon abiertamente ser lesbianas, mientras que en el último Mundial de Qatar, nuevamente, el número de jugadores abiertamente homosexuales fue de 0. La periodista Natalia Maderna explica que “en el fútbol femenino se vive con naturalidad que las jugadoras puedan tener cualquier tipo de orientación sexual. No hay ningún tipo de régimen o persecución por el hecho de ser mujeres futbolistas. Lo que sí pasa con las mujeres y el fútbol femenino es que desde que existe en nuestro país -solo desde mediados del Siglo XX se habla de las primeras historias de mujeres jugando al fútbol en Argentina- fue un espacio de refugio. Y ya en los últimos 20 años, el fútbol femenino logró también, con la comunidad de mujeres que lo practicaban, eso: transformarse en un lugar seguro donde las mujeres no tuvieran miedo a nada”.

Justin Fashanu fue el primer futbolista profesional que se declaró abiertamente homosexual. Lo hizo 1990, meses antes de que la OMS deje de considerar la homosexualidad una enfermedad. Desde su entrevista con el diario amarillista The Sun, su vida se volvió un calvario, hasta el punto de que su propio hermano lo llamó “paria”. Fashanu se suicidó en 1998 y la sociedad futbolera no avanzado mucho desde entonces. En 2021 el australiano Josh Cavallo declaró publicamente su sexualidad y, aunque recibió el apoyo de su club, Melbourne Victory, y de tantos otros a nivel mundial, a menudo recibe acoso e insultos en los distintos estadios.

No se puede ser feliz en soledad”, decía Leonardo Favio para referirse a por qué era peronista, y el fútbol es, como deporte, un lugar para ser feliz, porque se trata de formar pequeñas sociedades. Y la mejor manera de lograr esas conexiones (entre futbolistas, con los entrenadores, con los hinchas) es con libertad y respeto. Banderines, camisetas o cintas de capitán de color arcoíris son buenas iniciativas, pero el verdadero avance se logrará el día que se derriben de los vestuarios los muros de viejos prejuicios.

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Fabio Martín Olivé
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Written by Fabio Martín Olivé

Periodista. CoAutor de "Nunca Caminarás Solo: La revolución de Klopp en Liverpool"

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