Dos caras

Fabio Martín Olivé
3 min readFeb 6, 2025

¿Por qué Nico Harrison hizo lo que hizo? Es la pregunta que desvela al menos a este cronista desde el día domingo. ¿Es más grave la lesión de Doncic? ¿Es porque Adam Silver, urgido por mejorar los niveles de audiencia, necesita que los Lakers sean más atractivos? ¿Es un plan para mudar a los Mavericks a Las Vegas? ¿Fueron los Illuminati? Cientos de teorías conspirativas que pueden rondar por nuestras cabezas y ninguna -o todas- pueden ser ciertas.

Días antes del traspaso que envió a Luka Doncic a Los Ángeles y a Anthony Davis a Dallas, vimos a Neymar regresar a Vila Belmiro y recibir el cariño de todos los hinchas de Santos que anhelaban su regreso hace 12 años. En un fin de semana, vimos dos caras del deporte profesional: el regreso del hijo pródigo a su lugar de origen, donde más arde el espíritu amateur; y el arramblar a un hijo de su hogar adoptivo donde tanto lo amaban. Dos caras de la misma moneda del deporte profesional.

Los jugadores son quienes venden camisetas, entradas, abonos y ganan campeonatos, pero no son los que mandan. Jamás lo serán. El traspaso de la noche a la mañana de Doncic también es un mensaje para el resto. Como dijo Nikol Jokic: “Nadie está a salvo”. Es un cruel recordatorio de que no son más que meras piezas en un tablero de ajedrez. Piezas cubiertas de oro, eso sí, pero piezas al fin.

En el capitalismo idiota, nada vale más que las ganancias de un grupo de hombres blancos que poco y nada entienden de pasiones. ¿Davis da más probabilidad de ganar un título que Doncic? Seguro que haya una columna en una planilla de Excel que pueda aseverarlo, pero allí no habrá ninguna que pueda expresar los sentimientos de la gente de Dallas hacia Doncic. No es tan importante ganar cómo con quienes ganas.

No vemos un partido de la NBA o la Champions League pensando en el cuantioso premio metálico que trae una victoria. Lo vemos porque queremos sentir. Queremos llorar, gritar, reír, sufrir. Queremos epopeyas y relatos que contar para, el día de mañana, poder decir “yo lo vi jugar”.

Incluso aquellos hombres de negocios necesitan de la belleza de relatos maravillosos para hacer menos oscuras su existencia, como lo planteó el poeta mexicano Amado Nervo: “¿Veis a esos señores que durante diez horas hábiles del día llenan columnas de números, plantean negocios más audaces y, convencidos de su excepcional importancia, no se atreven ni a sonreír? Pues muchos de ellos, llegados a su casa después del cierre de la Bolsa, se podrán con dos o tres personas de su familia alrededor de una mesita, a evocar a los espíritus, y soportarán toda la guasa de los muertos chocarreros que les darán las respuestas más peregrinas de la tierra. Otros, abrirán un mueble, y del cajón más escondido y discreto sacarán una novela de Julio Verne, o, si están más al corriente de la literatura maravillosa, una de Wells”.

Neymar no “encajaba” en el proyecto de Luís Enrique en el PSG, de la misma manera que Doncic no lo hacía en el de Nico Harrison en Mavericks. Dos talentos generacionales, tan geniales como rebeldes, que no doblegan su volición.

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Written by Fabio Martín Olivé

Periodista. CoAutor de "Nunca Caminarás Solo: La revolución de Klopp en Liverpool"

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