El tiempo de Charles

Charles De Ketelaere es un nombre que evoca a un poeta del Siglo XIX. En este tiempo, no podía ser otra cosa que un mediapunta habilidoso. El belga parecía haber llegado tarde a todo: tarde para ser un poeta, tarde para jugar en el Milan de Ancelotti junto a Kaká y Pirlo, o tarde para integrar la camada de Hazard y De Bruyne en la selección de Bélgica.
Para su suerte, no llegó tarde a los brazos de Gasperini. En un fútbol que no espera por el talento, Giampiero acogió en Atalanta a este joven, que tenía dificultades para hablar italiano y llevaba la etiqueta del valor pagado por Milan (36 millones de euros al Brujas), lo que hacía mella en su confianza ante los cuestionamientos de hinchas y periodistas ansiosos que esperaban una plusvalía.
El entrenador de la “Dea” lo describió en dos palabras: sensible y talentoso. Charles asume que, para vestirse, prefiere el estilo “clásico”. Clásico, sensible y talentoso, expresa esa personalidad en la cancha. En Bérgamo encontró su lugar para armar jugadas como sonetos. Podría estar recostado a la sombra de un árbol, escribiendo mientras busca inspiración en el paisaje bucólico, pero está hilvanando versos en forma de pases junto a otro espíritu libre como Ademola Lookman.
Parecía que el tiempo jugaba en su contra. Que el apuro del mercado futbolístico y la rigidez del fútbol moderno atentaban contra sus virtudes. Pero el talento de Charles De Ketelaere es anacrónico. Es de esos jugadores que puede lograr manipular el tiempo a su favor: decide cuando hay que frenar o cuando acelerar; cuando es momento de gambetear y cuando de meter un estiletazo a la defensa rival. Todo el mundo va moviéndose al son de su imaginación.
A los 23 años es uno de los mejores jugadores de la Serie A y busca la eternidad en una Atalanta histórica.