Fútbol, canoas y márgenes

Volvió la Champions League. Y con ella las noches -tardes para los de estas latitudes- mágicas donde lo imposible se vuelve posible y las gestas se desarrollan frente a nuestros ojos.
Noches que el avaricioso proyecto de Superliga craneado por Agnelli y Florentino nos querían quitar. De haberse contestado, no tendríamos una versión petit del milagro de Berna, ni la noches de Brujas ni mucho menos el orgullo de Transnitria.
Aunque tanto Ceferin cómo los anteriormente mencionados, y todos los acaudalados dueños de la pelota quieran alejarnos del deporte que amamos, ahí estamos, incrédulos, no sólo esperando una jugada cómo decía Eduardo Galeano, sino que ese mundo de fantasía donde todo es posible llamado fútbol no se desmorone.
Cómo si fuésemos Ze Orocó, el soñador protagonista de “Rosinha, mi canoa” de José Vasconcelos, mantenemos una idílica relación con el fútbol, sus protagonistas y su entorno natural -la cancha- que se abstrae de un mundo real -las oficinas- que nos ve cómo locos y busca alienarnos en bajo sus reglas y preceptos. Ventas, cotización en bolsa, fichajes, representantes, managers, jeques, etc. Estamos viendo un mal pase de Jesse Lingard que permite que el humilde Young Boys, que apenas conocemos, derrote al poderoso Manchester United, del cual compramos sus camisetas y elegimos en el FIFA. Estamos relacionándonos con el fútbol de la manera más primitiva y humana, cómo Ze Orocó navegando en el Amazonas con Rosinha, despojándonos de todas las ataduras que el sistema nos pone: estamos emocionados por un gol. No nos han podido domesticar.
Las fronteras del fútbol se han difuminado con la globalización, la ley Bosman y la intervención de fondos de inversión. Las identidades, como los escudos y colores, están sujetas al capricho de estudios de marketing realizados a miles de kilómetros de la sede de un club. Un ejemplo de esto fue el debut del Besiktas con solo un turco en el once titular, mientras que el mundo estaba pendiente de un brasileño, un francés y un argentino entrando a un campo en Bélgica, lo cual, aunque parezca el inicio de un chiste, carece de entretenimiento real
Cómo dejo en evidencia la disputa entre Premier League y la FIFA, la industria del fútbol busca que se vaya perdiendo ese sentido de pertenencia, que a día de hoy resiste en el fútbol de selecciones. ¿Queres ver al ídolo de tu ciudad? Paga el cable para verlo por televisión a jugar bajo sus reglas y la camiseta de su empresa, perdón, de su club.
En este contexto sin fronteras, aparece en la Champions el Sheriff Tiraspol de Transnitria, un estado con reconocimiento limitado. En este “desierto”, el fútbol es una forma de ondear banderas y hacerse notar en el mapa de un mundo que tiende a marginarlo. Ubicado entre el río Dnistra y la frontera entre Moldavia y Ucrania, Transnitria es un lugar de paso, escondido en los mapas, con una población mayoritariamente eslava y donde, por supuesto, se juega al fútbol a pesar de las guerras civiles y no “ser”.
Tanto en Europa, cómo en el conurbano bonaerense, se puede encontrar ese sentimiento de pertenencia por lo “tuyo”. En su disco “Valentín Alsina”, Dos Minutos, plasma las situaciones, personajes y paisajes de su barrio. Imponen la presencia de ese “otro lado” que el porteñocentrismo (más en la década menemista) tenía olvidado cómo el conurbano bonaerense.
“Hasta que 2 minutos no le puso el nombre, que fue Valentín Alsina, el conurbano siempre fue contado por otros, por los porteños. De hecho, ‘Avellaneda blues’ es el porteño yendo a ver qué pasa, aparece el conurbano como un territorio inhóspito”, comentó Walter Lezcano, autor del libro “Un regalo del diablo”. Igor Trochtchinski, hincha del Sheriff, contó sus sentimientos ante el debut en Champions: “Muchas personas van a descubrir que este país no reconocido existe”
El fútbol, al igual que la música, el cine o la literatura, es un símbolo cultural para diferentes comunidades. Así, resiste y seguirá resistiendo, como los marginados en la frontera. La Champions League ha vuelto, y con ella, el fútbol, los hinchas y las historias que lo hacen único.