Ilusión
En Santiago del Estero, la gente no dormía la siesta para ver jugar al Chino Atencio. En los pueblos, pasaban anunciando con grandilocuencia sus atrevidas pisadas y su majestuosa pegada, como lo hacía el personaje de Gianfranco Pagliaro en el inicio de “Soñar, soñar”, para que se acerquen todos al Madres de Ciudades y deleitarse viendo al motor futbolístico de Central Córdoba.
“¿Vos te imaginás lo que pasa si perdés esta pelota en cancha de Independiente?”, le decía, medio en broma, medio en serio, Omar De Felippe cuando Atencio la escondía bajo su suela en lugares y momentos que al entrenador lo ponían nervioso. Pero un estadio que lleva el nombre de Ricardo Enrique Bochini es el mejor lugar para atreverse y jugar. Hacerlo debería ser una obligación para ofrecer respeto ante tan imponente prócer.
Su préstamo por Central Córdoba dio sus frutos. Atencio no sólo creció como jugador, sino que fue figura en la obtención de la histórica Copa Argentina para el ferroviario. Sin embargo, su siguiente paso no será el lógico de volver a Buenos Aires para intentar triunfar en Independiente, sino que será Sport Recife.
Su venta despertó la indignación de los hinchas del Rojo. Querían ver al Chino en el club que lo formó. Y no es porque sea la “jerarquía” que tanto exigen (y pocos entienden) los hinchas, ni porque estén seguros de que la progresión seguirá en alza. Puede fallar, como diría Tusam, pero al menos vale la pena poner las manos en el fuego por uno de los tuyos.
Alejandro Dolina dijo que “si uno tiene un ataque de realismo, el fútbol no sirve más. Si uno no tiene esa ilusión, aunque sea por un rato, no sirve más”. Atencio es ilusión. La ilusión de prender la tele o ir a la cancha para ver a un jugador que nos mejore la existencia al menos por un rato. Y esa ilusión es la que se pierde por unas “chirolas”. Que pueden ser dólares, euros o lingotes de oro. Un intangible tan valioso como la ilusión no se puede cuantificar.
