Noche de copa

Fabio Martín Olivé
3 min readMar 21, 2024

En mayo de 1982, la ciudad de Birmingham se convirtió en el epicentro del mundo. Duran Duran dominaba las listas de éxitos con su recién lanzado álbum “Rio”, mientras que el Aston Villa se coronaba campeón de la Champions League al derrotar por 1–0 al Bayern Múnich en Rotterdam. Colin Gibson y Gordon Cowards, jugadores del Aston Villa, decidieron celebrar su hazaña en el pub Fox Inn, en Towards, llevando consigo el trofeo que acababan de levantar para que los aficionados pudieran unirse a la celebración y tomarse algunas fotos.

La noche transcurría entre cervezas, whiskys y cánticos en contra del Birmingham FC. Cowards y Gibson estaban concentrados en su partida de dardos, en la que habían apostado unas cuantas libras, y dejaron la Copa en un taburete de la barra. Cuando Gibson se acercó para recargar su vaso con más cerveza, sus ojos se abrieron de par en par y su rostro palideció como si hubiera visto al mismísimo diablo: la copa ya no estaba.

Aprovechando un momento de distracción, Adrian Reed, que por entonces tenía 28 años, sustrajo el trofeo. Esa noche, él también se consideraba campeón de Europa y sentía la necesidad de compartirlo con sus amigos. Subió a su auto y se dirigió a la casa de Roger Gray. Era ya entrada la madrugada cuando golpeó la puerta y se presentó ante él alzando la copa, dejando que las cintas bordó y azules ondearan en el aire. Gray, incrédulo, hizo lo que cualquier amigo haría: lo hizo pasar para beber más cervezas.

Los dos amigos estuvieron varias horas divirtiéndose, hasta que, no se sabe si por un descuido o por un exceso de algarabía, el trofeo rodó por las escaleras, provocándole varias abolladuras. El sonido del metal al chocar contra el suelo despertó a Gray de su ilusión y lo puso serio. A esas alturas, la policía ya debería estar alerta y buscando la Copa de Campeones de Europa. Debía sacarla de su casa inmediatamente. Reed decidió entregarla en la comisaría, pero lo haría en otra ciudad donde aún no supieran del robo, y bajo el nombre falso de Señor Skyes, para norevelar su identidad y ser arrestado.

Condujo 160 km hasta la comisaría de West Bar, en Sheffield. Bajó del auto, se acercó a recepción y, con gran serenidad, exclamó: “Tengo el trofeo de la Copa de Campeones de Europa en el baúl”. El oficial Graham Wragg corrió hacia allí, levantó la puerta del baúl y se quedó deslumbrado por el brillo que emanaba del mismo. La preciosa copa, deseada por todo el continente, estaba allí, dentro de un destartalado auto en una comisaría perdida en Sheffield.

Wragg llamó de inmediato a sus colegas en Birmingham, pero estos le cortaron alegando que “tenían un problema más importante”. Volvió a tomar el teléfono y, esta vez más decidido, les informó antes de que le colgaran que ya sabía cuál era ese “problema más importante” y que ellos tenían el trofeo en la comisaría. Tras una pausa de unos segundos, del otro lado de la línea, respondieron con un tajante “vamos a buscarlo”.

Con un par de horas hasta que llegaran a recoger el trofeo, Wragg y sus compañeros de turno no dudaron ni un segundo en actuar: despacharon rápidamente al misterioso señor Sykies, tomando apenas su declaración, y formaron dos equipos para disputar su propia final de Europa. El garaje de la comisaría sería su Wembley personal y la orejona, que hacía unas horas alzaba Dennis Mortiner en las gradas del estadio del Feyenoord, sería el premio mayor.

El resultado no importó demasiado. Todos estaban emocionados por esa noche en la que la rutina diaria de papeleos burocráticos y borrachos durmiendo en la celda se había visto interrumpida por tan extraordinario acontecimiento. Para recordarlo, se tomaron fotos con las mismas cámaras que usaban los agentes de crímenes. Ese año, hubo varios campeones de Europa: Aston Villa, Adrian Reed, Roger Gray y los oficiales de la comisaría de West Bar.

Cuando la policía de Birmingham llegó a recuperar lo que les correspondía a su ciudad, encontraron el trofeo con algunas abolladuras, rayones y varias manchas de cerveza en las cintas. Era lo esperado después de una noche de fiesta en Inglaterra.

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Fabio Martín Olivé

Periodista. CoAutor de "Nunca Caminarás Solo: La revolución de Klopp en Liverpool"