Obsesión

Fabio Martín Olivé
3 min readNov 8, 2023

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La copa Libertadores es mi obsesión” dice la canción que los hinchas de Boca repiten hasta que se vuelve un mantra. Esta obsesión no se limita solo a los fanáticos, sino que se extiende a jugadores, dirigentes, periodistas y a todos aquellos que forman parte del “Mundo Boca”. De manera gradual, esta obsesión los arrastra hacia una espiral que se asemeja a la transformación del personaje interpretado por James Stewart en la película “Vértigo”.

Ser campeón no debería convertirse en una obsesión ni estar sujeto a creencias cabalísticas o numerología. Miles de hinchas de Boca incluso dejaron de lado sus supersticiones para viajar a Brasil, y nadie podría culparlos por ello. Además, no debería ser utilizado como una promesa en una plataforma electoral, como lo hizo un ex presidente con el eslogan “Preparen el pasaporte”. Ganar debe ser un objetivo claro y, como tal, debe ser abordado con un plan sólido para lograrlo.

La devaluación del fútbol argentino ha contribuido al aumento de la obsesión por la Copa Libertadores. Este torneo se ha convertido en la única competición que confiere un verdadero prestigio a un club. La proliferación de copas inventadas, supercopas en otros continentes y ligas con equipos de relleno ha hecho que los torneos locales carezcan de tradición y atractivo. Antaño, ganar un torneo Clausura o Apertura era motivo de celebración en el Obelisco, generaba un gran orgullo y permitía a los aficionados lucir con la cabeza en alto por ser el mejor equipo del país. ¿Pero hoy en día, qué valor tiene una Superliga? Esta competición cambia sus reglas sobre la marcha, y no sabemos si existirá en un par de años.

Coco Basile dejó grabada en mármol la frase: “Boca es Deportivo Ganar Siempre”. Sin embargo, Basile comprende la importancia de la manera en que se gana, ya que estas formas son las que pueden evitar que un entrenador deba renunciar tras llegar a una final.

Este Boca Almirón’s Version tuvo más goles bonitos que grandes partidos. Es cierto que en muchos encuentros mereció una mejor suerte y que sufrió las consecuencias de definiciones ofensivas deficientes y desatenciones defensivas. Sin embargo, nunca logró establecer una regularidad que le permitiera dominar los partidos. Incluso cuando obtuvo buenos resultados en la Copa, no pudo encontrar la tan ansiada “tranquilidad para trabajar”. Con el transcurso de las semanas, se instaló un conformismo que se basaba en ser “menos malos que los demás”. Cuando finalmente intentó reaccionar y cambiar, el Fluminense ya estaba ganando 2–1 y Taborda lanzaba centros desesperados.

El principal déficit en la gestión de Riquelme ha sido la elección de entrenadores. Quizás esto se deba a que Román aún subestima un poco el rol del entrenador, al igual que lo hacía cuando jugaba, sabiendo que él podía lograrlo todo en la cancha. El problema radica en que, lamentablemente, ya no juega. Tampoco lo hacen Palermo, Guillermo o Córdoba. La jerarquía que solía resolver situaciones críticas ya no está presente, y es esencial contar con un entrenador capaz de establecer un sistema que potencie las virtudes y disimule las debilidades de los futbolistas. Se necesita una figura fuerte que pueda liderar el proyecto.

Si el debe son los entrenadores, lo mejor son los juveniles. Barco, Medina, Fernández, Varela, Valentini, Zeballos, Weigandt, mostraron galones y talento para disputar estancias claves. En un fútbol dónde la crisis económica impide traer refuerzos alta gama, la solución es la producción propia. Boca Predio es el mayor capítal del club pero ahí la paradoja: Lo mejor para estos jóvenes es tener un entrenador que sepa desarrollarlos.

Cuando el fútbol prevalezca por sobre la obsesión y disfrutar el viaje sea tan importante cómo el destino, Boca estará más cerca de alzar la deseada copa.

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Fabio Martín Olivé
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Written by Fabio Martín Olivé

Periodista. CoAutor de "Nunca Caminarás Solo: La revolución de Klopp en Liverpool"

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