Periodismo de base

Un profesor que tuve en Deportea nos decía: “Tengo tres trabajos: En uno me pagan mal, en otro me pagan tarde y en otro directamente no me pagan”. Mi yo de 20 años, ilusionado de que, luego de tres años, estaría cubriendo mundiales o emborrachándome en una Copa América, no le creyó. Pero hoy, 10 años después, comprendo sus palabras y agradezco su sinceridad. También nos decía que pasaba sus noches viendo chicaspecaminosas.com con lo cual aprendí dos máximas: Con el periodismo no se come, ni tampoco se coge.
Tengo mi título en un cuadro, al lado de la pc. Está ahí, juntando polvo, casi a oscuras, pero a veces me interpela. Me observa con una mirada fría, desalmada, como si penetrara en lo más profundo de mi psiquis arrastrándome por un pasillo lleno de cadáveres a lo más profundo del averno al que estoy condenado a pasar mis días. Luego me doy cuenta que el ácido me está pegando, con lo cual dejo de mirar el título y me pongo a observar un colorido fondo de pantalla mientras flasheo Lucy in the sky with diamonds.
Luego de recibirme como periodista deportivo logré entrar a trabajar en un club. No era ni Boca ni River. Ni tampoco un club del ascenso. Era una sociedad de fomento en Morón. No hacía nada relacionado a la comunicación, sino que era quien limpiaba el baño y regaba la cancha de tierra que los vecinos alquilaban para jugar. No vi jugar en vivo a Messi o Riquelme pero había uno con una pierna ortopédica que atajaba bastante bien.
Hace 4 años que trabajo de telemarketer, y cada vez que cuento, en voz baja y esquivando la mirada como si fuese un arbolito de calle Florida, que soy periodista deportivo me preguntan: “¿Y qué haces acá?”. Lo cual mi respuesta siempre es: “Ni puta idea. Me cuestiono eso cada mañana”. La gente cree que es como estudiar podología, que te recibís y armas un consultorio en tu casa. Yo no puedo tener un estudio de radio en el living de mi casa, ahí como de vez en cuando.
En los clasificados del diario no salen anuncios de que una empresa busca periodista. Tampoco en Bumeran. Lo más cercano que podes encontré a periodismo deportivo es uno de atención al cliente donde la gente me preguntaba en que canal pasan Real Madrid-Barcelona. Encima tenía que decirle la empresa no tenía los derechos sino que lo pasaba Direct Tv.
Los Vignolo, Recondo y otros payasos mediáticos son una falsa imagen de éxito. De que el periodismo es ese show y esa ostentación de idiotez. Cuando en las sombras hay cientos de trabajadores que luchan para cobrar su aguinaldo o no ser despedidos. Como también me dijo mi profesor: “No hay nada peor que las patronales periodísticas”.
Los medios independientes o “autogestionados” están idealizados. Hay unos pocos burgueses privilegiados que pueden poner plata de su bolsillo, y costearse viajes a Europa para hacer coberturas o hasta poner su propia radio en Palermo. Pero la realidad está en el pibe o la piba que, luego de trabajar 8 horas semanales, se levanta temprano un sábado para tomarse 3 colectivos e ir a cubrir Villa San Carlos-Laferrere. No solo ad honorem, sino que haciendo milagros porque tiene la sube en negativo.
Los periodistas valemos solo si nos vendemos. Las ganancias que pueda sacar están supeditadas a cuantas publicidades o canjes consiga y no a la calidad de su trabajo. Con lo cual termina haciendo una revista, que son tres fotocopias en blanco y negro, de las cuales el 90% son chivos de pizzerías, camiones atmosféricos o velatorios, y un 10% de la noticia que se quería contar. La cual ya perdió toda relevancia y seriedad al lado de la foto de una cámara séptica.

Lo peor es que uno se siente agradecido si consigue un canje. Entras en una lucha con el pizzero en la que rebajas tu trabajo, arrastras tu dignidad, le decís que ese programa, que a veces escucha tu vieja, lo escuchan hasta en Moldavia gracias al milagro del internet. El pizzero, luego de preguntarle al del delivery sin con la moto puede llegar hasta Moldavia, accede a darte una grande de muzza una vez al mes con tal de que lo nombres 1000 veces al aire. Esa pizza es la más rica del mundo. No por la buena calidad, de hecho pichuleó la salsa de tomate, la masa está medio gomosa y la muzzarella es de dudoso origen, sino porque tiene el sabor satisfactorio de que te lo ganaste con tu trabajo periodístico.
A todas aquellas personas que se recibieron de periodistas y pasan por el país luchándola en un Uber, un call center o una fábrica y que despuntan el vicio pagándose una hora en una radio o escriben en un blog, sepan que ustedes son el periodismo, y no lo que se ve en TyC o ESPN. Y no quiero terminar un texto sin dejar de agradecer a la pizzería “Lo de Cacho” que hace las originales empanadas de perro en Ituzaingó. También si alguna destilería, mayorista o supermercado quiere darme whisky a cambio de notas, mi DM está abierto. Muchas gracias.