¿Que miramos cuando miramos fútbol?
El crítico de cine Óscar Peyrou sostiene que no necesita ver una película; le basta con examinar el cartel y el título para analizarla. Este acto de anarquismo o de emocionante pereza nos lleva a cuestionar la dictadura del conocimiento. ¿Es posible ser fan de una banda sin escuchar sus canciones? ¿Es necesario presenciar los 90 minutos de un partido para opinar sobre fútbol? Quizás podamos omitir la parte engorrosa, como quien salta las cinemáticas de un videojuego, y dirigirnos directamente a la parte que nos entretiene: opinar.
Un estudio realizado por la Facultad Autónoma de Letras Sociológicas de Olavarría reveló que durante el 85% de la duración de un partido de fútbol, los espectadores prestan atención a sus teléfonos celulares. La mayoría levanta la mirada de la pantalla cuando el relator aumenta el tono de voz al anunciar una jugada de peligro. Otros solo lo hacen al grito de gol, aunque con la llegada del VAR, esta costumbre ha ido disminuyendo, ya que implica una distracción en vano, ya que puede ser anulado.
¿Que miramos cuando miramos fútbol? Dejamos de ver goles, gambetas, patadas y atajadas para centrarnos en likes, retuits y comentarios. Así, como una mañana en la que Gregorio Samsa se despertó siendo un bicho, un caño de Messi se transforma en un “¡ESTÁS LOCO, LIONEL!” que es tuiteado, retuiteado, comentado y replicado por millones en la otrota red social del pajarito azul. Una despampanante influencer del fútbol comentó: “Hay quienes piensan que los caños son improductivos, pero para mí, un caño de Messi significa más interacciones, más likes y más suscriptores en OnlyFans”.
Esta tendencia a twittear más que a observar puede dar lugar a confusiones, como el Efecto Mandela que ocurrió durante el Boxing Day de 2019. En ese día, un candido otaku, que estaba viendo el campeonato estatal de cartas de Yu Gi Oh por ESPN 32, emocionado por el triunfo de Rody Graciano y ajeno a lo que sucedía en la fecha de la Premier League, decidió tuitear: “Gran estrategia de Graciano. Qué bien utilizó los escudos santos”. El community manager de la cuenta “Tifón Fútbolero”, con más de 50k de seguidores, optó por hacer un copypaste pensando que se refería al triunfo del Southampton sobre el Chelsea. El tuit se volvió viral, generando videoanálisis sobre la estrategia del equipo de Graciano y dando lugar a la creación de cuentas llamadas “Gracianismo”.
La farsa se reveló cuando el propio Rody Graciano se presentó en la gala del Balón de Oro para recibir su premio como mejor entrenador del año por su labor en el Southampton, descubriéndose que no era un entrenador italiano de la escuela de Sacchi, sino un adolescente redneck del sur de los Estados Unidos. Un periodista argentino que votó por él confesó: “No lo conocía, pero ella, mi amiga, La Caprichosa, la que decide todo en esto, me dijo que lo vote”.
La modernidad ha creado nuevos puestos de trabajo, como el de los Videoreaccionadores de partidos. Estas personas, con su mejor cara de constipación, miran el partido para evitar que miles tengan que pasar por el mismo tedio y sufrimiento, permitiendo que aprovechen ese tiempo para realizar actividades más recreativas. Después de todo, si el equipo jugó bien o mal, los espectadores se enteran por los gritos y reacciones del videoreaccionador. Lamentablemente, esta profesión se ha ido degenerando, ya que la mayoría de los espectadores de estos vídeos son hinchas morbosos del club rival que los miran para regocijarse con el sufrimiento del pelele frente a la cámara web.
Un videoreaccionador profesional explicó: “Quiero que mi equipo pierda porque esos son los vídeos con mejores métricas. A la gente le gusta verme enajenado, escupiendo a la cámara mientras maldigo a jugadores, entrenadores y dirigentes”. De esta manera, se genera la paradoja espacio-temporal conocida como “El videoreaccionador de Schrödinger”, ya que está enojado por la derrota de su equipo, pero al mismo tiempo contento porque sus ingresos están aumentando.
No sabemos hasta dónde llegará este modo de consumo. Tal vez, en el futuro, un entrenador decida sus cambios mediante una encuesta en Twitter, o un jugador transmita en vivo por Instagram mientras está en el campo. Sea cual sea el rumbo que tome, estaremos allí para no prestarle atención y tuitearlo, siempre y cuando Elon no decida cobrar por ello.