Reescribir la libreta

Estoy seguro de que nunca pensaste en las similitudes que podrían existir entre Johnny Cash y Louis Van Gaal. De hecho, es probable que nunca hayas leído sus nombres juntos en una oración hasta este momento. Te comprendo, ya que yo tampoco lo había hecho, pero vale la pena la comparación entre dos hombres que supieron tocar fondo y reinventarse para volver a triunfar.
A principios de los años 90, Johnny Cash se encontraba en un punto bajo de su carrera. Realizaba pequeños espectáculos en Missouri y había sido olvidado por las discográficas, que se negaban a lanzar nuevo material. La música country se consideraba un género para “viejos”, mientras que el grunge estaba de moda, y el Gran Ole Opry ya no era la estación de radio más escuchada, ya que todos estaban pegados a la pantalla de MTV. Por lo tanto, cuando el productor Rick Rubin, que había trabajado con bandas de rock como Red Hot Chili Peppers, Slayer o Jesus & The Mary Chain, se acercó a él para proponer una colaboración, Johnny Cash se sorprendió. Rubin comentó: “Quería entender por qué querría trabajar con él, porque ¿por qué alguien querría trabajar con él? En su mente, creía que estaba acabado”.
La colaboración con Rubin permitió al Hombre de Negro iniciar una serie de discos que sirvieron en parte como un tributo a la influencia que había tenido en muchos músicos que participaron en el proyecto, como Tom Petty, Tom Morello o Joe Strummer, entre otros. Además, esta colaboración revitalizó su carrera al adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia, grabando canciones “modernas” como “Personal Jesus” de Depeche Mode o “Hurt” de Nine Inch Nails. Johnny Cash finalmente sintió que alguien comprendía su música. El primer álbum de la serie “American Recording” recibió elogios de la crítica y ganó un Grammy el 1 de marzo de 1995, el mismo día en que en Croacia, Louis Van Gaal, como entrenador del Ajax, se enfrentaba a Hajduk Split en los cuartos de final de la UEFA Champions League, competencia que finalmente ganaron.
Para Louis Van Gaal, el nuevo milenio representaba lo que los finales de los años 80 y principios de los 90 fueron para Johnny Cash. En el año 2001, había fracasado en su intento de clasificar a la selección de Paises Bajos para el mundial de Corea-Japón; su segunda etapa en el Barcelona se vio interrumpida a mitad de temporada, cuando el equipo se encontraba en la posición doce de la tabla; y cuando regresó al Ajax, esta vez en calidad de asesor, las intensas disputas con Ronald Koeman, el entrenador de ese momento, llevaron a que diera un paso al costado. No había espacio ni para él ni para su idea del “fútbol total”.
En 2005, faltaba aún un lustro para que Pep Guardiola ponga en boga nuevamente la escuela holandesa. La tendencia iba en dirección opuesta, con Otto Rehhagel sorprendiendo al mundo al liderar a Grecia para ganar la Eurocopa; in joven José Mourinho lograba un back-to-back de títulos continentales al alzar la Copa UEFA y la Champions League con el Porto, y en poco menos de un año, en 2006, Marcello Lippi levantaría el muro defensivo con Cannavaro y Buffón para ganar la Copa del Mundo en Alemania. En ese contexto, donde Lucho parecía casi retirado, fue cuando encontró a su propio “Rick Rubin”: Dirk Scheringa.
El empresario y político neerlandés era dueño del AZ Alkmaar, y entre sus planes se encontraba la construcción de un nuevo estadio y llevar al club a competir en los grandes torneos. Después de unas exitosas temporadas bajo la dirección de Co Adriaanse, en las cuales el equipo alcanzó las semifinales de la Copa UEFA, decidió dar el siguiente paso hacia la grandeza y para ello eligió a Van Gaal. Alkmaar, un pueblo de 90,000 habitantes, resultó ser el lugar ideal para que pudiera comenzar un trabajo sólido, sin prisas, con jugadores de influencia no excesiva y, sobre todo, para iniciar desde cero.
Lo primero que hizo fue cambiar el sistema, abandonando el 4–3–3 tradicional en favor de un sólido y compacto 4–4–2 . Se quejaba de que “en Holanda todos están demasiado abiertos”. La presión ya no se ejercía en el campo rival, sino en el propio, con dos líneas muy cerca en un bloque defensivo bajo. La intención principal era aprovechar los errores del rival para desplegarse velozmente en transiciones ofensivas. Incluso trató de “humanizarse” más para establecer una conexión emocional con los jugadores -Sergio Romero lo recuerdo cómo un “maestro- y permitir un poco más de libertad creativa -aunque solo un poco- a jugadores cómo Moussa Dembelé.
Van Gaal fue haciendo su covers de Rehhagel o Mourinho, pero sin claudicar en lo más importante para él: La ética de trabajo en los entrenamientos (tan intensamente los vivía que, en 2008, se lastimó una pierna explicando un ejercicio) y la premisa de que ningúna individualidad está por encima de lo colectivo. Así fue reescribiendo su libreta y armar un equipo sólido, físico y veloz que le plantó cara a los tres grandes del país con un modesto presupuesto.
Tras dos subcampeonatos (en 2007 estuvo a escasos minutos de lograr el título), en 2009 finalmente logró alzar la ensaladera, de manera similar a como lo hizo con el Ajax en la década anterior. Con un grupo de jugadores destacados como Sergio Romero, Moussa Dembele, Mounir El Hamdaoui o Nicklas Moisander, el equipo solo concedió 22 goles en 34 partidos y terminó 11 puntos por encima del segundo clasificado (Twente).
Esos cuatro años como Kaaskoppen (cabeza de queso) revitalizaron las energías de Van Gaal y reavivaron su carrera (dirigía al Bayern Münich, Manchester United y a Paises Bajos en dos Copas del Mundo), de manera similar a cómo los discos “American Recording” hicieron lo propio con la de Johnny Cash. Como canta Walas en “El Deseo”: “Ningún invierno comienza hasta que no seas tú quien apague el sol”.