Reiniciar el mundo

En el último capítulo de la primera temporada de “Sledge Hammer”, nuestro torpe y masculino protagonista provoca el apocalipsis al equivocarse intententando desactivar una bomba nuclear. Para la segunda temporada, todo vuelve atrás recurriendo a hacer una precuela para que los fans podamos seguir disfrutando de sus aventuras.
¿Pero a qué viene esto? Primero, siempre quise mencionar a Martillo Hammer en un texto; la segunda razón es que el Real Madrid es como ese villano que consigue destruir el mundo, a pesar de los esfuerzos del protagonista, y que cada temporada se reinicia para volver a intentar derrotarlo.
El Real Madrid gana porque es lo que el Real Madrid hace. No importa si está Di Stéfano, Raúl, Cristiano Ronaldo o Mbappé. Son el jefe final al que pocos pueden superar. La villanía del conjunto blanco viene de un sentimiento tan humano como la empatía. Empatía por el más débil, que, tratándose del Real Madrid, todos los demás son. Barcelona, Atalanta, Borussia Dortmund y hasta clubes-estados parecen retadores alfeñiques frente a tan imponente campeón.
Quién se ocupa de dotar de humanidad a semejante bestia es Carlo Ancelotti. El entrenador italiano se crió viendo una Serie A de fronteras cerradas tras el papelón nacional del Mundial 66. La hacha y la tiza eran las piedras angulares de un fútbol ombliguista en un país que parecía estar enojado con el resto del mundo.
Los italianos más saben de placeres que de esfuerzos: quesos, vinos, canzonetas y registas son sagrados. Para ellos, ver jugar a los Maradona, Platini, Kaká o Baggio es un acto onanista. Por eso, Carlo no dudó en despojarse todas sus creencias tacticistas cuando el aura de Zinedine Zidane lo deslumbró y despertó en él una nueva fe.
Ancelotti arma los equipos como lo hacemos en los picados del barrio: que jueguen los buenos y, si es cerca del área rival, mejor. Vinicius, Mbappé, Rodrygo, Güler, Bellingham, Brahim y Endrick no tendrán posiciones fijas porque todos juegan de crack.
El Real Madrid se ha hecho invencible porque su mayor fortaleza es la creatividad. Nadie sabe cómo va a atacar ni por donde. Y eso, en un fútbol al que quieren reducir a un tablero de ajedrez, es infranqueable. Esta temporada ha reiniciado el mundo para volver a conquistarlo.