Síndrome de Gohan
Podemos denominar “Síndrome de Gohan” a aquellos niños prodigios que, a una edad muy temprana, parecían destinados a convertirse en los mejores del mundo, pero que, en lugar de convertirse en el sucesor de Goku, terminaron siendo poco más que un Ten Shin Han.
En el mundo del fútbol, nos encontramos con numerosos jugadores que, a una edad temprana, parecían destinados a ser los mejores, derrotando a “Cell”. Sin embargo, al final, apenas pueden sacar una espada de una piedra, como sucedió con figuras como Freddie Adu, el nuevo Pelé que terminó haciendo trueques de aspiradores, o Gai Assulin. Las razones detrás de que no alcancen el techo previsto son variadas y múltiples.
Todos somos un deportista.
El personaje de Andrew Clarke (interpretado por Emilio Estevez) en “The Breakfast Club” sufre la presión de tener que ser un atleta exitoso, tal como lo desea su entorno social, en especial su padre. Incapaz de soportar esta presión y de encontrar una salida más allá de los mandatos preestablecidos, se siente frustrado e iracundo.
Hoy en día, los futbolistas jóvenes, desde las categorías inferiores, a menudo se convierten en el pilar de una familia o incluso de todo un club. Las esperanzas de padres, madres, dirigentes y fanáticos se depositan en estos jóvenes con la expectativa de que puedan convertirse en los mejores del mundo, en un “Gokú”.
Bojan Krkic fue una de las promesas más ilusionantes del Barcelona, pero su carrera ha tomado un rumbo variado, que incluye equipos como el Ajax, la Roma, el Milán, el Alavés, el Stoke City y el Montreal Impact. Durante su tiempo en Canadá, expresó en una entrevista con el Diario Sport: “he llegado a la conclusión de que me etiquetaron de una manera que quienes lo hicieron, no vieron hacerse realidad (…) Es la carrera que la gente decide que debe ser, pero no es la carrera que tú decides”. Bojan fue uno de tantos casos similares a Andrew Clarke: la presión excesiva y las expectativas generadas en un adolescente que destaca por su talento, pero luego, por diversas razones, no alcanza la vara alta que el entorno le ha impuesto, lo hacen sentir como un fracaso, a pesar de tener una carrera más que competente. Como agregó Bojan: “Diría que el 99 o el 100% de las personas que dicen que he fracasado, pagarían por tener mi carrera”.
La ansiedad de los fanáticos por tener a la próxima superestrella del mundo, la necesidad de los periodistas de ser los primeros en destacarla y la ambición de los dirigentes o representantes de hacer un gran negocio con ella, pueden abrumar a un joven que está recién construyendo los cimientos de su carrera. Como dijo Juan Román Riquelme: “Por favor, no le digan ‘crack’”.
La fuerza no es la de un saiyajin
Antes de Martin Odegaard y Erling Haaland, las esperanzas de Noruega de volver a un mundial en la era post hermanos Flo estaban depositadas en otro adolescente llamado Mats Moller Daehli.
Con tan sólo 15 años fue fichado por Manchester United y en 2012 ganó el premio “Jimmy Murphy” al mejor jugador de las inferiores. Siguiendo a su ídolo Ole Gunnar Solksjaer fichó por el Molde de su país en 2013 y luego por el Cardiff City de la Premier League.
Tras ganar la Copa de Noruega, debutar con su selección mayor y tener un auspiocioso inicio en el conjunto galés -que incluyó un destacado juego ante Chelsea-, una lesión en la rodilla durante un partido entre su selección e Inglaterra cortó su progresión. La salida de Solkjaer y la llegada de Russell Slade cómo entrenador tampoco ayudaron, ya que su estilo de juego no encajaba en el 4–4–2 del inglés y varios reportes de la época hablaban de que su fisico tampoco lo hacía con la rigurosidad de la Premier League con lo cual en 2014 dejó la capital galesa para probar suerte en el SC Freiburg.
En Alemania nunca terminó de recuperarse del todo, sufriendo diversas lesiones por la excesiva carga física de los entrenamientos y apenas pudo jugar un par de partidos en una temporada donde vio, desde la tribuna, a sus compañeros descender. Hoy tiene 26 años y busca en el FC Nürnberg retomar el nivel que le permita ser participe de un posible regreso de Noruega al mundial, aunque hoy no desde el lugar estelar que se esperaba.
Otro caso similar fue el de Ruben Botta, quien estando en Tigre se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda. El extremo era una de las figuras del torneo argentino y pocas semanas antes del hecho se había concretado su venta al Inter de Milán. Estuvo 8 meses en Italia sin jugar, en un nuevo país, un nuevo club con nuevos compañeros y entrenador. Botta nunca logró sobreponerse a ese contexto y el apuro por se transferido en plena recuperación lo llevó a no poder acentarse y comenzar una peregrinación por diversos equipos con resultados negativos que lo llevaron a estar en el día de hoy a estar en el SC Bari de la Serie C de Italia.
Entre el apuro y los negocios
Cuando Ronald Koeman era entrenador del Ajax dejó en claro la realidad que estaba pasando el fútbol neerlandés: “Holanda es víctima del sistema, nos ha llevado por delante. Desde hace 25 años nos hemos convertido en un país exportador. Vendemos a todas nuestras estrellas a los grandes de Europa. El nivel de la Liga se resiente y por eso hemos perdido el tren. En otros países hay más dinero, pueden fichar mejor y hay que aceptarlo. Lo bonito de esto es que desde aquí siguen saliendo futbolistas jóvenes muy buenos. El trabajo de base es sensacional y hay mucho talento. Antes, nuestros mejores jugadores salían con 25 años, curtidos, pero ahora vienen los clubes ingleses y te los quitan con 15 o 16 años.”
Tanto la Eredivisie cómo la Superliga Argentina hoy son meros exportadores de materias primas. Cada vez son más los casos de futbolistas que emigran sin siquiera llegar a debutar en primera división. Del plantel argentino que ganó la Copa América en Brasil, Agustín Marchesín fue el que más partidos en la máxima categoría disputó y no llega ni a los 200 (178).
Benjamín Garré firmó con Racing, rompiendo así un supuesto “pacto de caballeros” entre dirigentes ya que habiá dejado las inferiores de Vélez por la patria potestad para ir al Manchester City, club donde no llegó a disputar ningún partido oficial. Tiago Geralnik dejó River para ir a Villarreal, a pesar del intento de Marcelo Gallardo por convencerlo, por que familia tenía asegurado un trabajo en España. Humberto Grondona, ex entrenador de las selecciones juveniles argentina, reconoció en TyC Sports que él siempre le aconseja a los pibes que se vayan del país.
Más allá de las decisiones familiares están los negocios que representantes o dirigentes tienen que hacer para mejorar –o en muchos casos salvar- sus cuentas. La venta de futbolistas sigue siendo la principal fuente de ingreso de los clubes y los malos manejos dirigenciales hacen que tengan que malvender sus joyas. Adolfo Gaich fue vendido, con un puñado de partidos en primera división, por 8 millones de euros CSKA Moscú por la urgencia que la dirigencia de San Lorenzo por tener ingresos. A un año después de su venta, Gaich ya ha pasado por los dos clubes ya mencionados además de Benevento de Italia y Huesca de España. Cuatro clubes de cuatro países distintos, que cortan su correcta progresión.
Como bien explicó Marcelo Bielsa, conviene moderar las expectativas sobre la evolución de un futbolistas. Muy pocos Gohan alcanzaran finalmente el nivel de Gokú pero ¿acaso no les gustaba el Gran Saiyaman?