Vitaly Potapenko

Una tarde más en la vida, mientras viajaba en el 166 por la avenida Juan B. Justo, un nombre propio se precipitó subitamente en mi mente, como un susurro del pasado que venía a alterar mi presente. Era un nombre que hacía añares que no tenía en cuenta: Vitaly Potapenko.
La mención de su nombre fue como un golpe de reminiscencia que me hizo retroceder en el tiempo. Me pareció que había recordado algo que había olvidado, como cuando te das cuenta de que no has comprado leche en el supermercado. Vitaly Potapenko sonó nuevamente en mi cabeza, como un eco del pasado. Es un basquetbolista que había jugado en la NBA, un detalle que había almacenado en mi memoria sin saber por qué.
Nunca había hablado de él con nadie. Nunca lo había visto jugar. No sabía en qué equipo había jugado. Sin embargo, su nombre había permanecido en mi memoria, esperando el momento de resurgir. Me repetía su nombre, tratando de encontrar en las profundidades de mi mente dónde había guardado esa información y por qué la había hecho.
Y entonces, como un destello de luz, lo recordé. Unos píxeles y unos polígonos se unieron en mi mente para formar una imagen. Me vi a mí mismo sentado en la cama, con el joystick gris de la primera PlayStation en mis manos, jugando al NBA Basketball 2000. Sí, era de ahí. Vitaly Potapenko era el nombre de un jugador de básquet de la NBA que había utilizado en mis partidas, un pequeño detalle que había permanecido en mi memoria durante todos esos años.
¿Había sido campeón con Potapenko? ¿lo había utilizado en muchos partido? Ni idea. Todos esos detalles fueron descartados. Sólo quedó un nombre propio que mantuve como si coleccionara nombres de basquetbolistas random.
No todas nuestras vivencias fueron tan trascendentales que definieron nuestra existencia. La vida está llena de retazos sin ninguna otra pretensión que haber sido. No todo hecho será parte de nuestra autobiografía. Estos momentos son como esas canciones que nunca llegan a ser hits, ni sonar en la radio, volverse un jingle publicitario o la más querida del público. Esas canciones que se mantienen tímidas, escondidas en los discos, esperando que alguien ponga play.
Nuestro devenir en el mundo está lleno de Vitalys Potapenkos. Efímeros momentos sin ningún peso que simplemente se guardan como constancia de que nuestra existencia es continua y no solo una vertiginosa sucesión de hechos destacables. No estamos en una película donde se recortan momentos banales o intrascendentes. Todo lo contrario. La mayoría de los momentos pueden catalogarse como intrascendente, como puede ser una tarde jugando a la PlayStation o viajando en colectivo. Como Vitaly Potapenko, un jugador de fondo de armario que habré tenido en un equipo virtual y que quizás en 30 años vuelva a sonar en mi mente, recordando este que acabo de escribir y debe ser de los más instrascendente de mi vida.